lunes, 29 de agosto de 2011

Batalla de Krásni Bor

La batalla de Krásni Bor tuvo lugar en las heladas estepas rusas durante la Segunda Guerra Mundial, en el marco del enfrentamiento entre las fuerzas del eje y el ejército rojo. España, no obstante, tuvo su parte en esa batalla mediante la famosa División Azul.

Para la España recién salida de la guerra civil era una obligación luchar contra el Comunismo, que por ese entonces amenazaba a toda Europa. Sin ser ideológicamente afines mandaron una unidad de voluntarios no encuadrada en el ejército regular para enfrentarse a los comunistas junto a los alemanes. Mucho se ha dicho de esta división, nosotros sólo comentaremos el alto grado de jóvenes universitarios en la misma, lo que demuestra la alta intelectualidad de la empresa.


La batalla tuvo lugar el 10 de febrero de 1943, cuando el ejército rojo se propuso romper el cerco al que era sometido Leningrado por el punto más débil del mismo: el guardado por la División Azul. Pero dejemos que un narrador más autorizado continúe con los hechos.

"Todavía sería más furioso el combate de Krasni Bor, en el extremo del sector español.  Desde allí se percibía, en la cercana Kolpino, el trasiego de armas y tropas: los rusos preparaban un golpe tremendo. Los desertores y prisioneros también informaban de él. “La noche llega a las reservas del Batallón de Reserva Móvil… Sobrecoge el silencio (…) y el capitán Miranda, siendo plenamente consciente de la situación, (…) recuerda el capitán Oroquieta, tuvo la feliz iniciativa de rogar al Padre Pumariño (…) que oficiase una misa en el búnker de mi compañía, para que así asistiera el mayor número posible de voluntarios (…) La comunión puso una paz total en nuestro espíritu, confortándonos para todo aquello que pudiera sobrevenir”. Alfredo Miranda, un capitán campechano y  audaz,  advirtió al páter que probablemente ninguno sobreviviría..

“Miranda se enderezó y sonrió, subió las escaleras y marchó a la 2ª compañía de Ulzurrun, a la izquierda. Oroquieta volvió a sentarse, y en ese momento un centinela llamó a la puerta. “Ruidos, mi capitán”. Echó a correr el oficial hacia la fría oscuridad y oyó paladas, martillazos y voces de mando rusas. Preparaban los emplazamientos para la nueva artillería. Luego, un sonido distinto: el fuerte rugido de motores de carros de combate, a distancia”.  Los motores funcionarían toda la noche,  por temor a que la helada les impidiera arrancar por la mañana.  “Palacios envió a buscar a los tres jefes de sección de la 5ª Compañía. “Mañana correrán los toros”, les dijo, y les dio instrucciones de doblar la guardia y comprobar el estado de las posiciones, pero no de despertar a los soldados. “Dejadles dormir”, musitó. “Para muchos puede ser su último sueño” .

El ataque artillero superó todo lo imaginado, uno de aquellos de los que los hombres solo podían salir para el cementerio o para el manicomio, en frase de un general ruso. “Eran las siete menos cuarto de la mañana del miércoles 10 de febrero de 1943. Kolpino entró en erupción como un volcán colérico. Ochocientas bocas escupían fuego sobre el sector de Sagrado. La tierra temblaba y se movía”; “El bombardeo sorprendió a Palacios bajando a “El Trincherón” (…). Los pinos estallaron en llamas como luminarias. Los fogonazos de las granadas le cegaban pero, en unos segundos, también ellos quedaron oscurecidos por una sucia nube de turba, humo y cristales de hielo (…) El acre olor de la cordita le ahogaba. Se hundió la trinchera. Desapareció el fortín de mando. Callaron los teléfonos”;  “Negro contempló fugazmente el frente. Los puntos rojo herrumbre de las granadas soviéticas se concentraban en las compañías 5ª y 6ª. Los puntos se expandían, devoraban el humo, se clavaban al cielo y subían como un acantilado de fuego rojo. Negro se pegó al fondo de la trinchera”.  

Parte del frente español quedó volatilizado, pero no todo. “Convencidos de que las líneas españolas estaban destruidas [los ivanes] venían confiados (…). A Negro se le hizo un nudo en la garganta. ¡Tantos rusos! “Calma, calma”, tranquilizaban los oficiales”. La angustia que precede al choque se desvaneció de golpe: “Negro vio a sus compañeros ponerse en pie. Gritando, riendo, saltando, lanzaban ráfaga tras ráfaga y tiraban bombas y más bombas a las figuras que pugnaban más abajo con la barrera (…) Toda la tensión acumulada durante hora y media de bombardeo saltaba como un resorte. (…). La 63ª de Guardias [soviética] se retiró, dejando atrás los cuerpos mutilados de sus compañeros. Siguió un sepulcral silencio” .

Pese a una resistencia febril, Krasni Bor cayó en manos rusas, porque la ayuda alemana llegó tarde. Los rusos podrían haber avanzado mucho más, dado el agotamiento de sus enemigos, pero se detuvieron, debido a sus pérdidas extraordinariamente altas, entre 7.000 y 9.000 hombres, según estimaciones alemanas, aparte de numerosos tanques, hasta el punto de que los rusos interrogaban a los prisioneros de la División sobre una supuesta arma secreta que explicaría tal efectividad. En menos de 24 horas la División Azul tuvo 1.125 muertos, 1.036 heridos y 91 desaparecidos, además de 300 prisioneros. Las pérdidas más fuertes, con diferencia, tenidas hasta entonces en una sola batalla. Pero, en conjunto, fue una victoria pues, en combinación con las defensas alemanas, desbarató los ambiciosos planes de ofensiva soviéticos".
MOA, Pio; Años de Hierro.
Efectivamente, la División Azul volvió a demostrar el extremo de tenacidad y resistencia al que era capaz de llegar la infantería española, aún a miles de kilómetros de su hogar, rodeada de extraños y dependiente de terceros. Fue una gesta heroíca que si bien no brilló por los aliados con los que contaba, si que lo hizo por la amenaza del enemigo que tenían enfrente. Fue una pequeña colaboración en el marco de toda la guerra (aunque algunos la juzgan crucial), sin embargo demostró a los soviéticos y a las naciones aliadas el coste de una posible invasión a la península por parte de un ejército extranjero. Quizá, la División Azul no sólo detuvo al enemigo en Krásni Bor, sino también en las costas españolas o en el Pirineo.

Por supuesto, también canceló la deuda adquirida con Alemania tras la ayuda de la Legión Condor al bando nacional durante la guerra civil.

En cuanto a la dureza de la campaña, las cifras hablan por si solas: de 45.000 soldados de los distintos relevos hubo 4.000 muertos y 400 prisioneros, más 9.000 bajas más por enfermedades(1). Los soviéticos sufrieron, en cambio, la friolera de 50.000 bajas en sus ataques contra la División. El número de deserciones fue ridículo.

Y un último apunte sobre el trato con rusos y alemanes:

"Aunque Moscú acusó a la división de crímenes de guerra,  parece más cierto que no los hubo. El trato de los voluntarios a los civiles rusos fue en general correcto, incluso afectuoso y correspondido por los paisanos, que a menudo los protegían frente a los partisanos;  tampoco hubo crueldades con los prisioneros, aunque en algunos casos extremos los divisionarios no admitieran la rendición de enemigos. Hay testimonios del buen recuerdo dejado por la unidad cuando algunos veteranos, ya viejos, volvieron de visita por aquellas tierras. Con los alemanes no faltaron roces y malentendidos, fuera por la disciplina poco estricta o la grosería de algunos españoles con las mujeres germanas, o por su protección a grupos de judíos, o por la altanería de algunos mandos teutones, o por el abandono de estos en Krasni Bor, durante unas horas. Pero prevaleció ampliamente la camaradería y  el respeto mutuo".
MOA, Pio; Años de Hierro.
Como veís la batalla de Krási Bor merece ser contada entre tantas otras heroicidades de nuestra nación.

Pero a pesar de ser tan valerosos y duros, los españoles nos hacemos querer. Como complemento aquí tenéis unos extractos de un diario de una civil rusa relativos a la estancia de la División Azul en su ciudad, muy interesante: La División Azul vista por una rusa de la época.


Fëanar
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(1) En el bando soviético lucharon 749 españoles, sufriendo 204 bajas, un elevadísimo  28%. Los rusos se habían opuesto al principio a su participación, según Moa, pensando reservarlos para futuras operaciones políticas o militares en España, pero muchos de ellos se habían enrolado, incluso saltándose las rígidas normas soviéticas.

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