martes, 19 de marzo de 2013

Nociones de geoestrategia: de Irán a España

Dentro del arte de la guerra, la estrategia de utilizar el terreno a tu favor ha sido una de las más importantes. Hoy, en la política, la geoestrategia es la que nos brinda una visión de conjunto más acertada y completa de, por ejemplo, el avispero de Oriente Medio. 

Para empezar echemos un vistazo a este mapa. Los europeos tenemos una acusada tendencia a ver el mundo desde nuestra perspectiva (lo que no es malo) y pretender explicar las acciones de los demás desde ella (lo que es del género tonto). Por regla general, el mayor error que solemos cometer es olvidar que la perspectiva geográfica varía tremendamente el criterio de los gobiernos de otros países.

Por ejemplo, Estados Unidos llama a la región del Medio Oriente "Extremo Oriente", por la sencilla razón de que nuestro Oriente extremo es su Occidente. También ocurre que muchos europeos, aunque lo sepan, no tienen en cuenta que, para Rusia, Estados Unidos es una potencia prácticamente fronteriza.
Lo primero de todo es destacar ciertos elementos que no aparecen en el mapa: la ingente cantidad de petróleo que hay en la zona de Irán-Irak y el carácter antiamericano de algunos regímenes de la zona, vertebrados en torno al iraní. Las diferencias religiosas también hay que tenerlas en cuenta. Principalmente entre Sunníes y Chiíes y entre musulmanes e hindúes.

El papel hegemónico en todo el mundo lo ostenta Estados Unidos, que lleva a cabo una estrategia de defensa avanzada (lo que le garantiza que el combate no será en su territorio), de vigilancia constante y aislamiento de posibles enemigos, que impide que ninguno se desarrolle hasta el punto de ser una auténtica amenaza. Excepciones a su dominio son Rusia y China, derrotadas pero no vencidas y las únicas que pueden permitirse el lujo de ser plenamente independientes, reconociendo, eso sí, la superioridad norteamericana. Por su parte, cada una de ellas busca expandir su propio área de influencia a su alrededor, aprovechando los huecos que va dejando la norteamericana.

En el difícil teatro oriental la situación es la siguiente: En principio Estados Unidos y sus aliados (léase Europa) controlaban la zona y sus extracciones petrolíferas, pero con la revolución iraní el área se volvió tremendamente inestable. Por ello, los norteamericanos decidieron rodear a Irán de satélites bajo su control que evitasen cualquier clase de movimiento expansionista: Pakistán recibió apoyo y a cambio mantiene bases militares de EEUU, forzado a esta sumisión a occidente por la necesidad de mantener el tipo frente a India. Irak también fue un régimen aliado hasta que se desmandó y tuvo que ser intervenido en las sucesivas guerras del golfo. Arabia Saudí, los Emiratos y Kuwait dependen tanto del ejército estadounidense para su supervivencia que no arriesgarían a perder su principal defensa ni, no lo olvidemos, su principal comprador de petróleo.

Pero la situación se agravó tremendamente en los últimos años, cuando entró en liza un nuevo jugador: China. Con una economía emergente y un mercado potencial de miles de millones de personas, China podría copar en pocos años las demandas petrolíferas de Medio Oriente, dejando a Occidente sin el acceso a un líquido sin el cual no hay país que soporte ni 24 horas antes de paralizarse.

En esta tesitura, EEUU miró al mapa y supuso que los Chinos tratarían de llegar al petróleo por el camino más corto, que atravesaba Pakistán, en firmes manos occidentales. Pero había un hueco que les permitiría acercarse dando un ligero rodeo: Afganistán. No quiero lanzar especulaciones de ningún tipo, pero el 11-S le vino de perlas al gobierno de EEUU para convencer a la opinión pública de una operación altamente impopular y de vital importancia para su hegemonía: taponar por completo el acceso Chino al petróleo de Medio Oriente.

Pero ¿Y Rusia? Está al norte, no muy lejos, y es vecina de China. ¿No pinta nada en todo esto? Bastante, en realidad. Su área de influencia llega más o menos hasta los límites de la región, y su interés por el petróleo iraní es, aunque grande, de menor prioridad para ellos. Más allá del mapa, hacia el este, está la inmensísima frontera chino-rusa, que ve como en los últimos años la han traspasado casi medio millón de chinos sin que la tremendamente vapuleada Rusia (demográficamente) pueda hacer nada por impedirlo. Los rusos no podrían evitar un ataque del masivo ejército chino de la misma manera que día a día se les escapa la riada de gente que está colonizando su mitad sureste. Ese miedo les haría olvidar cualquier clase de conflicto con occidente y, haciendo caso a la máxima el enemigo de mi enemigo es mi amigo, acabaría alineándose con Estados Unidos y Europa.

Pero supongamos que China decide portarse bien ¿se acabarían los problemas? El propio Irán es un peligro en sí mismo, y más ahora que cuenta con armamento nuclear. Israel (el mayor valedor de Estados Unidos en Medio Oriente, sin cuyo apoyo dejaría de existir en una semana) trató por todos los medios de involucrar a EEUU en un ataque preventivo a gran escala para impedirlo, pero no lo consiguió, y las avanzadas pero muy pequeñas fuerzas israelíes no podían embarcarse en tal lid en solitario. Como resultado ahora Irán tiene a tiro a Israel y, en teoría, podría hacerlo desaparecer del mapa el día que más le apetezca. Pero no, Irán no es tan tonto.

Puede hacer algo mucho más sencillo para desestabilizar el cerco pro-occidental montado en torno a él por donde más le interesa sin que se le lancen los leones al cuello. Basta con apoyar, armar y financiar a un grupo rebelde en un país clave: Siria. ¿Por qué la OTAN no interviene? ¿Por qué no hay petróleo? No, porque saben quién está detrás y de quién reciben apoyo los rebeldes sirios, y han valorado que lo mejor que pueden hacer es estarse quietos. Así Irán ve como el muro que han levantado en su lado oeste se resquebraja justo por el centro: entre el ocupado Irak y la fiel Turquía.

Otra forma que tiene de forzar la situación es bloquear el estrecho de Ormuz, el paso entre el Golfo Pérsico y el Índico. Para bloquearlo no hace falta más que una pequeña guarnición y varios barcos incendiarios, y para mantenerlo abierto Estados Unidos tendría que desplegar una flotilla y varias cabezas de playa que estarían expuestas a ataques de todo tipo. ¿Y para qué mantenerlo abierto? Para que la mayor ruta marítima petrolífera, que concentra hasta el 40% del consumo de Occidente, no sea cercenada.

¿Podrían ir peor las cosas? Por supuesto que sí. Egipto, tradicional aliado de Estados Unidos en la zona, sufre un cambio de gobierno que ¡sorpresa! les puede acercar peligrosamente a los radicales islámicos. Y eso estando en la puerta de atrás de Israel es mucho peligro.

La hegemonía de Estados Unidos a nivel cuasi mundial es indiscutiblemente incómoda, pero mucho mejor que cualquier escenario si un día son derrotados o deciden hacer las maletas (algo que no podrían permitirse, en principio). El monumental choque que se produciría sería el equivalente a una guerra mundial, con numerosas potencias divididas en varios bloques según sus intereses. Pasaríamos de un mundo hegemónico centrado en Estados Unidos a otro multipolar con un equilibrio bastante precario. Pero el tío Sam no parece tener intenciones de ceder posiciones, y a día de hoy no parece que haya nadie que pueda disputárselas en serio.

Ahora Mismo EEUU está bastante preocupado por el ascenso y la competencia China y la mayoría de sus acciones están encaminadas a frenarla, por lo que es poco probable que abandone el cerco oriental de Irán, pero tampoco que haga ímprobos esfuerzos por ahogarlo o suprimir esa amenaza. Como Carlos I de España, se conforma con que en los demás frentes se estén calmaditos para poder atender al de mayor urgencia.

En cuanto a España, como potencia subsidiaria de otra potencia (Alemania) también subsidiaria (de EEUU -y os garantizo que las hay peores-), lo único que puede hacer es velar por sus intereses y tratar de recuperar una posición de fuerza que, hoy por hoy, ha desaparecido por completo.

Aumentar la influencia en el Magreb (incluso llegando a desplegar tropas) para crear cierto glacis defensivo y recuperar el control del estrecho, afianzar los lazos con Hispanoamérica (a espaldas de EEUU, por supuesto) y, sobre todo, desvincular su economía de las materias primas Africanas y asiáticas deberían ser las directrices maestras de nuestra política exterior.

Lo primero es fácil de decir, pero imposible de realizar. El estrecho es una zona estratégica a nivel internacional, y ni Estados Unidos ni Europa permitirían que cayese en manos de un país tan inestable políticamente. Nuestras mejores opciones serían bien presionar cerrando la verja de Gibraltar y obligar a los ingleses a una onerosa guerra económica (en la que partiríamos con ventaja) o bien centrarnos en la proyección económica, política y religiosa sobre el Magreb. Vamos, casi nada. En en pasado las acciones de España en Marruecos siempre necesitaron del visto bueno de las potencias de turno. Hoy por hoy es Francia, con su programa de ayuda nuclear, la que está tomando la delantera y rodeándonos también por el sur.

La dependencia de las materias primas del norte de África (se me ocurren el gas de Libia y el petróleo que viene de Oriente) pone nuestro cordón umbilical en manos de nuestros potenciales enemigos. La única solución viable pasaría por implementar un programa de investigación y desarrollo lo bastante potente como para que nuestros tanques, barcos y aviones no dependiesen de importaciones. Aumentar el número de centrales nucleares y usarlas en hábil combinación con hidroeléctricas, solares y eólicas nos daría también mucha más ventaja económica.

Europa, en cambio, dejó de ser lo que debería hace mucho. Ya no es una liga de iguales para aunar fuerzas, sino una correa de transmisión de poderes espurios y, muchas veces, ajenos. Ahora la Unión Europea es más un peligro que una ayuda que está dominada por tres de los seculares enemigos de España (Inglaterra, Francia y Alemania) que no dudan en mirarnos por encima del hombro, pisotear nuestra soberanía y minusvalorar nuestra cultura. A día de hoy es impensable tratar de ganar el suficiente peso como para hacer prevalecer nuestra opinión o liberarnos sin atenernos a preocupantes consecuencias... A menos que contemos con el contrapeso de Hispanoamérica.

Lo sé, aquí los expertos en geoestrategia se llevarían las manos a la cabeza. Y razón no les falta, pues la amalgama de países en continua crisis que antaño fueron parte de una misma unidad política guardan bastante rechazo a lo que España representa, y nuestra acción en ella es harto dificultosa. Sin embargo, si alguna vez salimos del profundo agujero en el que nos han olvidado, será gracias al apoyo y el peso de América del Sur. Pero para llegar a eso antes tenemos que solucionar los problemas que asolan nuestra propia casa. Hasta que la enfermedad que nos separó no se haya extinguido no podremos volver a estar unidos y a influir de verdad en el mundo.


2 comentarios:

  1. Muy interesante. Como hipanoamericana no me habia percatado de todos esos movimientos y sentimientos anti tal o cual pais o cultura. creia que europa era una, obviamente no. Para conquistar America dl Sur me parece que le falta mucha humildad a los espanoles, e creen muy superiores a nosotros lo que provoca los mismos sentimientos de ellos a los alemanes e ingleses.

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    1. Hola, Anónimo.

      Creo que no has entendido nada. Ya conquistamos América hace mucho, ahora lo que defiendo es un acercamiento de hermanos (cuando se os pase el complejo de inferioridad que tenéis encima).

      De todas formas, si te interesa, puedes echarle un ojo a este artículo, y decirme si tantas razones os dimos para odiarnos de esa manera: http://elrinconpoliticamenteincorrecto.blogspot.com.es/2015/09/espana-como-heredera-de-roma-los-diez.html

      Un saludo.

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